En Badajoz nunca tendremos una
madbear. No sólo porque aquí la comunidad de osos y gordos es escasa o no se deja ver mucho por los bares, sino porque ni siquiera podríamos concentrar al mogollón de gais que vendrían de todo el mundo en tan sólo dos bares, de los cuales uno es un antro y el otro ya únicamente sirve copas a las telarañas. Y encima sin cuarto oscuro. A ver dónde iban a follar los ositos, que aquí se viene a lo que se viene.
Y ojo, que no es envidia. Que este año he ido a Madrid a disfrutar de la maravillosa madbear, que cumplía diez años de existencia, y lo he hecho gastándome los cuartos, y sin compartir piso con follamigos, que tiene más mérito.
Después del
fiasco/marathon de la guadalkibear, y en vista de que la madbear pretendía sacar un buen dinerito en una semana de quedada, opté por ir tres días nada más. Éso sí, esta vez pasé de ir a la sauna. Por lo experimentado otros años, pensé que meterme en una ciénaga con Shrek me reportaría menos enfermedades y un olor más agradable que una piscina con colillas flotando, y gente con heridas vendadas y aún sangrantes tirándose en plancha al agua para alegría y jolgorio de un público al que regar de plaquetas y leucocitos. Pero de buen rollo.
Eso que me ahorré, además como pensé que en La Chango, una de las discotecas que mataban por acoger las fiestas, iban a poner una carpa estilo Teresa Rabal, como el año pasado, para que la gente tuviera su esparcimiento intimo, pues me dije que total qué más da, si estoy de coger algo lo mismo lo cojo en la sauna que en el trapecio dando el triple salto mortal con tirabuzón hacia delante.
Así que hasta allí que me fui. Yo no lo sabía, pero casualmente presentaban su disco los
barb@zul, lástima que llegara tarde y me lo perdí, porque a todos los que pregunté les pareció genial... cuando se piraron del escenario. En teoría después del concierto se supone que iban a firmar discos, pero vamos, o firmaron poquitos o poquitos fueron a que se los firmaron...
El caso es que mi primera fiesta me aburrió. Música pachanguera y go-go´s musculocas. Es algo que no entiendo. Si la quedada es de ositos, pues pon osos bailando, que es lo suyo, que hubo un par de veces que los veía y me daban unas ganas de depilarme y machacarme en el gimnasio que no veas. Aparte de su baile sensual. He visto dentaduras postizas en vasos de agua que me han puesto más cachondo. Que no digo que sus cuerpos perfectos no gusten a mucha gente, pero para hacer posecitas, que pongan los maniquíes de Zara, que tienen décadas de experiencia haciendo el mismo paso siempre.
Lo que más me gustó fue ver todo ese ambiente osuno ahí concentrado. Me vino a la cabeza de inmediato lo mejor de los osos: la pasión por la naturaleza (la hierba, la nieve, ¡qué bonito!), el gusto por hacer amigos (a ese me lo follé ayer, y éste de aquí al lado me lo llevo al catre luego) y la despreocupación por el aspecto físico (¿has visto mis pantalones desgastados? ¡no son desgastados! ¡son de D&G!). Me gusta ser oso, me siento tan diferente...
Otro aspecto divertido de la noche fue el guardarropa. Ahora sé cómo se sintieron mis abuelos con las cartillas de racionamiento. Eso parecía el hospicio, las chicas que estaban devolviendo la ropa me daban pena, sobre todo una que tenia el jersey lleno de pelotillas. Qué digo, todo él era una pelotilla con forma de jersey. Recé porque mi cazadora no hubiera pillado ninguna liendre.
Al siguiente día elegí una estrategia diferente. Salir por la tarde a los bares y así aprovechar y alargar la fiesta contínua que estaba siendo la madbear. Y me sorprendió. Los bares estaban llenos de extranjeros, estaba bien porque tienen una forma de pensar y actuar muy diferente. Pongamos un ejemplo: un foráneo está sentado en los asientos del Hot, se levanta y se dirige hacia la barra. Yo cojo y me adueño del sitio, no sin antes haber esperado a que el sitio fuera fagocitado por alguien más, no me va eso de pegarme como si fuera las rebajas, y menos por un sitio aún caliente y seguramente oliendo a cagado. El caso es que al rato llega de nuevo el chaval, y con gestos despectivos, ladeando la cabeza me indica que me pire de SU SITIO.
Yo le digo en inglés que si el sitio era suyo, que no veía su nombre escrito por ningún lado y que tampoco nadie al sentarme me había dicho que estaba reservado para su eminencia.Yo me quité del sitio educadamente, no es plan de ponerme a chillar como una loca, pero no me quedé callado.
El tipejo al verme así optó por levantarse y cederme el sitio, pero era tarde, pasaba de sentarme en sitios cagados por segunda vez.
Y yo que pensaba que me había encontrado al primer tonto de la quedada... pero no, aún me esperaba otro energúmeno, un paleto enano con la bandurria dentro de la zamarra para hacer las américas en la gran ciudad, que estaba apostado en una esquina del bar. Me hago un hueco en esa esquina, la única que quedaba libre para pedir, y David el gnomo se puso a gruñir como si le hubiera recalificado el terreno a la baja, SU TERRENO, como Golum en El Señor de los Anillos. Fue dantesco, al final cogí la cerveza y no se la estampé en la cabeza porque se ocultó entre las piernas de los amigos, si no... Que oye, a lo mejor el chiquitín estaba borracho, que emborracharse a esta gente les sale baratito, un par de chupitos y a disfrutar, pero que no, que la cara de perro que tiene no era de eso, aunque siempre tiene esa cara. Para otra vez me llevo un bozal. O Prozac.
Pasadas mis aventurillas vespertinas, me adentré en la fiestorra loca: fui al Strong. Estaba semi vacío, el cuarto oscuro estaba lleno de tíos delgados y los pocos gordos que había salían pitando o se comían la primera polla que veían. Ahí me volví a reencontrar, un año más tarde, con el "Sr. Aspiradora humana" capaz de comerse el requesón del primer calzoncillo que intuyera bajado hasta las rodillas, y pasar del queso cheddar al gouda sin pestañear. También fue divertido el "Trío vomitona", tres locuaces chasers que a pesar de su estado de embriaguez, tenían la lucidez suficiente como para relatar en voz alta cada momento de sus vidas en ese preciso instante. En concreto comentaban con soprendente elocuencia sus arcadas. Así fue como me enteré de que habían comido algo con ali oli, y recientemente, porque los grumos cayeron al suelo con tal vigor que casi le saltan un ojo a un osito.
Yo a partir de ese momento eludí esa zona del cuarto oscuro, más que nada por evitar emular una de esas escenas de las películas de charlot en las que la gente está patinando en una pista de hielo y se tropiezan los unos con los otros, y se caen al suelo etc etc. La gente se echaba unas risas de complicidad con ellos, qué majos.
Por cierto, todo el local olía a popper. O fregaron con popper o algún gracioso derramó 200l del mismo por todo el suelo. Un señor mayor estaba en un sillón con un gotero y con signos de taquicardia, sólo digo eso.
Después del subidón de esa noche mi cuerpo pedía una buena siesta y preparación para el fin de fiesta esperado en The Moon. Quince euros para despendolarte por una sala de fiestas chiquitita y que repartía cubatas de aguachirri. Pedí cazique pero juraría que me bebí agua del cubo de la fregona. Pusieron un cuarto oscuro en plan "tren de la escoba". Te metías por un pequeño túnel y salías por el otro extremo. Era coqueto, con silloncitos y mesas, muy setentero, tenía la sensación de que en algún momento iba a salir Pajares y Esteso con alguna rubia despampanante de debajo de algún cojín. Fue la mejor fiesta de las tres a las que fuí, había buen ambiente, podías bailar y cuando ibas al baño te podías poner cachondo viéndole la chorra al tío que te gustaba porque los urinarios eran ultramodernillos y parecían sacados de la casa del que creó el papel plata. Yo dudaba entre sentarme a leer el periódico o hacerme una limpieza de bajos ¡eran tan locos! Y a las seis de la mañana nos dieron larga. Corto, pero intenso.
Y ahi terminó todo. Me despedí de todos los ositos que había conocido en estos tres inolvidables días con un romántico beso de tornillo, y finalmente nos juramos amor y amistad eterna mientras apuntábamos en nuestros móviles de última generación cada pequeño detalle de nuestros nuevos "trocitos de corazón": el bear, el facebook, el blog, hasta querían pasarme una foto de sus novios chasers para que los conociera y les dije "no cariño, que mañana me voy en el ave y quiero dormir tranquilo esta noche", y luego había otro que usaba un móvil con tapa y pantalla monocroma y nos empezamos a reír de él hasta que se fue corriendo. Ni siquiera giramos la cabeza cuando se tropezó con los cordones de los zapatos y cayó sobre una pota. No lo vimos, por supuesto, nos enteramos después cuando alguien colgó el vídeo en youtube.
Historias de la madbear. El año que viene, más.